Un Congreso para la Calidad de Vida y el desarrollo empresarial
La reciente celebración del Primer Congreso Internacional de Alares, bajo el lema de Calidad de Vida y Competitividad Empresarial, ha venido a poner de manifiesto el creciente interés que existe por las nuevas actividades relacionadas con el desarrollo de la calidad social. Entendida ésta como una forma efectiva y eficiente de dar respuesta a las nuevas demandas personales y que buscan conjugar la atención a las responsabilidades laborales con la dedicación a los requerimientos cotidianos de los ámbitos familiares. Y en la que también se incluirían los compromisos sociales en aras a luchar contra la discriminación, fomentando en consecuencia la igualdad y la integración. Entendiendo, además, que dicha integración debe contemplar a todas las personas, por lo que habrá que habilitar servicios de atención para que las personas carentes de autonomía puedan participar en la vida colectiva y ser asistidas convenientemente.
Todos estos proyectos personales tienen que hacerse realidad en la medida que existan políticas activas que los posibiliten. Y también iniciativas empresariales que faciliten los servicios adecuados, así como el compromiso de los tejidos productivos por facilitar los procesos de conciliación e integración. Y es que de todo ello dependerá la atención a unas demandas de servicios personales propios de una sociedad avanzada.
Consecuentemente con todo lo anterior, a lo largo del Congreso de la Fundación Alares se pudieron escuchar, a la vez, consideraciones sobre las nuevas herramientas del posicionamiento estratégico que está facilitando ese binomio de Calidad de vida y Competitividad empresarial, así como fórmulas que articulan los programas de conciliación, u otras referentes a cómo se gestiona la diversidad, cómo se avanza hacia la no discriminación y la integración o qué oportunidades encierra la atención solidaria a las personas dependientes. Por citar algunas de las temáticas más relevantes de las abordadas en un ambicioso programa que se cumplió pormenorizadamente.
Para su desarrollo se reunió a personalidades que expusieron experiencias y políticas de éxito. Y que lo hicieron tanto desde cada uno de sus ámbitos de responsabilidad, ya sean del mundo empresarial, como de las administraciones públicas o de la docencia y la investigación. Pero también mostraron proyectos de futuro y que hay que acometerlos a la vista de estudios, como los que se presentaron a lo largo de sus sesiones, que confirmaban lo ventajoso que es apostar y comprometerse con la calidad de vida tanto personal como colectiva.
Compromiso que, al traducirse en la demanda y oferta de nuevos apoyos a las personas, suponen crear nuevos servicios a los ámbitos familiares y que desarrollen los muy incipientes actuales. Pues con ello se abrirán nuevas actividades y los tejidos empresariales, al tener que organizarse en aras a mejorar su competitividad y contribuir a la calidad social, se afianzarán en la mejor gestión del talento y la motivación de las personas que los vivifican, renuevan y los hacen cada día más eficientes. Asimismo los poderes públicos descubrirán, al hilo de tener que gestionar nuevas esferas para proyectar sus políticas, la importancia de promover la coordinación de iniciativas públicas con otras privadas, consiguiendo fórmulas de gestión más ágiles y efectivas.
Tal coordinación tiene que darse, además, en marcos regulatorios y de ordenamientos políticos diversos. Por lo que se invitó a ponentes que permitiesen ver la oportunidad que encerraba y encierra el lema del Congreso con independencia de los ámbitos sociales y legislativos a los que habrán de acomodarse. Desde ese binomio se pudo ver las oportunidades que abren nuevas aplicaciones tecnológicas y también nuevas maneras de encarar la Responsabilidad Social Empresarial, pues desde todas ellas se puede contribuir a construir esa confianza social que estimula la independencia individual y los compromisos empresariales y colectivos.
En el Congreso se abordaron, por tanto, temas relacionados con las políticas de igualdad y por ende con los procesos de conciliación, así como con las ventajas que ello tiene para la retención del talento y la competitividad. A la vez que se hacía alusión a lo que ello supone de compromiso empresarial en desarrollar una Responsabilidad Social que contribuya a la calidad social.
Ésta, por otro lado, no podía verse en su totalidad si además no se contemplasen las políticas de integración e inclusión, o las de atención a las personas en situación de dependencia. Y como para dar una respuesta adecuada a todas ellas se está acudiendo a incorporar laboralmente a parte de los flujos migratorios que llegan, tampoco podía eludirse hablar de la gestión de la diversidad y de los procesos de cualificación profesional en las nuevas actividades de la inmigración.
Finalmente el Congreso consideró también las oportunidades que se tienen al contar con infraestructuras tecnológicas y de servicios para hacer más eficientes los procesos a desarrollar. Y que deben permitir la aparición de una multiplicidad de actividades que girarán alrededor de ese objetivo primordial de dar servicios a las personas. Y que obligarán a ingeniar nuevas fórmulas de financiación tanto pública como privada, que los permitan. Con los que se generarán, a su vez, nuevos empleos, riqueza y bienestar a compartir por todos.
El Congreso colmó, por tanto, una etapa y abre otra en la que seguirá siendo preciso analizar las nuevas demandas ciudadanas y promover acciones e informaciones que estimulen la solidaridad y fomenten la calidad social, las buenas prácticas y la mejora de la vida ciudadana. Pues tales acciones son algunas de las más relevantes con las que se potencian las urdimbres colectivas con que se quiere construir el futuro.
Para tejer ese futuro, y así se dijo desde el primer momento congresual, son imprescindibles las políticas públicas y la disponibilidad de recursos. Pero sobre todo la conciencia colectiva de propiciar nuevos procesos que faciliten la conciliación, erradiquen las desigualdades y la discriminación. Y que apuesten por la solidaridad con las personas más desfavorecidas o que viven circunstancias más difíciles y frágiles y que limitan su autonomía.
Concienciación en la que no pueden ser ajenas las empresas, que están llamadas a acrecentar su Responsabilidad Social ni los medios de comunicación, ni cualquier otra institución social. Y que debe propiciar el que los nuevos retos y las nuevas oportunidades se vean como un objetivo y una tarea de todos. Ya que, de no verse así, de poco valdrían las políticas públicas si no gozan de un respaldo social y ciudadano que las hagan propias.
Y es que en esta hora de la igualdad, la solidaridad y la competitividad, el esfuerzo colectivo empieza ahora y no puede dejarse solo en manos y a responsabilidad de las empresas y los poderes públicos. Es preciso que la sociedad se dote de recursos, políticas y servicios sociales que palien todo lo que queda de discriminatorio en las realidades colectivas. Y es preciso también que desde las instituciones de la sociedad civil, como ha sido ahora el Congreso de la Fundación Alares, se promuevan debates e iniciativas muestran cuáles son las demandas y las oportunidades. Para que con ello se contribuya a la efectividad de las aplicaciones legislativas y a orientar los proyectos empresariales.
En las sesiones se resaltó que tales acciones buscan, además, promover la innovación social, amén del éxito empresarial, pues sólo así se construyen sociedades más prósperas y avanzadas. En las que los resultados de la eficacia gerencial acabarán redundando en el bienestar de la colectividad y de los entornos sociales en las que las empresas actúan. Y en las que no debieran estar reñidos esos afanes con el cuidado por dejar un resquicio para la felicidad de cada cual y la de los que los rodean.
Un Congreso, en definitiva, pleno de ideas, sugerencias y expectativas, que obligan, por tanto, a empezar a pensar en una nueva edición que constate los avances rapidísimos que en todas estas áreas están experimentando las sociedades avanzadas. Y que debe estimular a ciudadanos, empresas y poderes públicos a seguir comprometiéndose con la calidad social y el desarrollo empresarial que permita financiarla y hacerla presente en la vida de cada persona.
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